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Paola Escobar
Piso trece/Paola Escobar [+]

ISBN-978-987-8952-34-5

En ocasiones, si posamos una lente reduccionista y tenebrosa sobre los seres humanos, la literatura puede tornarse una mera evasión de la realidad o un vendaval de pesimismo gratuito. En “Piso trece” de Paola Escobar los personajes transcurren las horas en que son retratados en una oficina que carece de aquello que un paisajista denominaría animación, se empeñan en una perspicacia cansada, a veces mediocres, a veces ridículos y brutales; cualquier alteración de un estado en su variable animal, vegetal, clínica o civil pasa a denotar las implicancias de la sospecha.  De la oposición entre el mundo material y el mundo de las ideas emerge una defensa de la soledad como estado superior de conciencia; también podría leerse como una simple y ligera comedia de oficina (¡oh, la humanidad!). Un escritor inclemente y oriental tenía para sí que “decir toda la verdad es imposible. Y no por el deseo de ocultar algo, sino porque los recuerdos se sumergen en la misma atmósfera de los sueños. Más profundamente, mientras pasa el tiempo”. Así, en las grandes ciudades donde a diario se rompen los cuerpos, cada palabra supone historias, versiones literarias de llueve quedamente en Ítaca o de si me necesitás, llamame. Escobar escribe sin obviar que no importa, o que importa muy poco, cuántas palabras o historias tengamos en la cabeza, nunca sabremos qué pasa al final.

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Las cosas tal y como son

ISBN-978-987-4044-81-5

Por Rodolfo Edwards

 

Un antiguo refrán rezaba: “al pan, pan, y al vino, vino”, no dejando lugar a la vacilación hermenéutica. Paola Escobar construye sus poemas con un procedimiento similar: llama a las cosas por su nombre, tal y como son, prescindiendo del truco de la metáfora, en pos de la honestidad de la transparencia. Con una lupa de gran aumento, Escobar logra percibir hasta las moléculas esparcidas por el aire, percibe el aura de los elementos que nos rodean (¿amenazan?) en el trajín cotidiano, armando coreografías inquietantes. Sólo la verdadera poesía tiene la llave para descubrir esos pequeños milagros, esas minucias que están ahí, oscurecidas por la rutina. Se requiere de una mirada muy atenta y de una enorme sensibilidad para percatarse de los movimientos casi imperceptibles que hacen los árboles, los perros, los seres anónimos que conviven con nosotros y con los que tal vez nunca crucemos palabra, pero están ahí como parte de nuestra vida, fondo, trasfondo, pasillo, corredor por donde caminamos incesantemente, tratando de vivir. 

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Claudia Escobar
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